Había una vez un pueblo en el que vivían muy pacíficamente sus habitantes. Con el paso de los años, sus gobernantes fueron haciendo de las suyas, repartiendo entre ellos las riquezas que se generaban del campo y del ganado y dejando a sus convecinos en la ruina una y otra vez.
Los habitantes del pueblo se cansaban de tanta hipocresía, de lo mal que les iban las cosas, de la falta de dinero para ellos y de lo bien que le iba la vida a los gobernantes y a otros vecinos que se habían empadronado desde otros pueblos cercanos, ya que su trabajo se relacionaba con la banca y el comercio, y este pueblo era ideal para trabajar y sacar un buen provecho. Estos inmigrantes comerciaban con el dinero de los del pueblo y confraternizaban con sus gobernantes.
El hastío generó la ira de los del pueblo, que veían como sus familias cada vez estaban peor por la mala gestión de sus políticos. Que cada vez había más gente empobrecida con la agricultura y el ganado y que cada vez los inmigrantes se hacían más ricos, hasta el punto de tener que pedirles los del pueblo dinero prestado para poder hacer frente a sus pagos.
Los del pueblo, oían a uno de sus paisanos (que fue inmigrante también, pero que era igual de pobre o más que ellos), decir todo aquello que querían oír. Los alentaba en el hastío y odio que sentían hacia los de fuera del pueblo que se habían enriquecido a su costa, y proclamaba que con su ayuda conseguirían recuperar su orgullo perdido a lo largo de las décadas por gobernantes corruptos e ineptos.
Al principio, no creían que sus proclamas les fueran de mucha ayuda, aunque le escuchaba cada vez más gente. Pasaba el tiempo y la situación empeoraba para ellos y mejoraba para los de fuera. Su orador llenaba ya la cantina del pueblo con gente enfurecida que le aclamaba y apoyaba.
Pasaron los meses y este vecino llegó a llenar la plaza del pueblo en una de sus proclamas. Los vítores y ovaciones que se generaban provenían de ese hastío general de los pueblerinos que veían en él una esperanza de cambio en unos gobernantes que odiaban.
Un día este vecino, con la gran cantidad de gente que ya se había posicionado a su lado, creyó estar preparado y con apoyo suficiente para tirar al alcalde y sus secuaces. Se alzó contra el poder establecido junto a sus paisanos, intentando tomar el ayuntamiento. Sin el apoyo suficiente de todo el pueblo, cayó en manos de la policía, fue detenido, y por decisión de los gobernantes llevado a la cárcel del pueblo donde pasaría arrestado nueve meses.
En la cárcel del pueblo tuvo tiempo para pensar en sus errores, y en la forma de derrocar a esos corruptos. Basaría su estrategia en la forma que mejor resultados le había proporcionado, hablar a la gente y convencerlos de que hacía falta una rebelión contra esos sinvergüenzas.
Cuando salió de la cárcel del pueblo continuó con sus convecinos alentando al resto para que viesen una salida a su dramática situación de pobreza y riqueza de los otros. Se presentó como candidato a la alcaldía para las siguientes elecciones, junto a varios de sus mejores colaboradores, y con su programa de restauración de los valores antiguos del pueblo, el renacimiento de sus costumbres ya casi perdidas, la expulsión del pueblo de los inmigrantes enriquecidos y la posibilidad de recuperación de los vecinos en todos los aspectos, tanto económicos como morales y personales.
Se convocaron los comicios, y tan solo obtuvieron los reaccionarios una pequeña representación en el ayuntamiento, pues muchos de los vecinos tenían miedo a los cambios bruscos y se conformaban con sus pequeñas ruinas.
Así fueron pasando el tiempo y más elecciones, y el grupo del orador consiguió cada vez más representación, dado que los que anteriormente no le votaron, ahora sí lo hacían, al ver que su pequeña ruina era cada vez mayor y que la riqueza de los inmigrantes también crecía. El odio hacia estos y hacia los representantes en la alcaldía se hacía tan grande, que empezaban a haber peleas callejeras con resultados de sangre en muchos casos.
Los negocios de los enriquecidos aparecían con pintadas de xenofobia hacia ellos, con cristales rotos de sus escaparates, y con amenazas serias de que si no se marchaban algo grave pasaría.
El orador alentaba estas acciones a través de sus esbirros, ya que le ayudaba a captar cada vez más votos y además estaba muy cerca de conseguir la mayoría necesaria para gobernar el pueblo y proclamarse alcalde.
Pasó un tiempo, y llegó el día esperado, se convocaron elecciones y ganó el nuevo partido creado desde la pobreza. Se produjo el nombramiento de la alcaldía, y se prometió la restauración de los valores perdidos a travñesde tantos años de miseria y corrupción.
Se empezaron a tomar medidas contra los inmigrantes enriquecidos, los desahucios llegaron pronto, y muchos se marcharon a sus pueblos de origen.
Los que se quedaron vieron como cada vez se les ponía más trabas en sus negocios y en sus vidas particulares, como se les propinaban palizas por los más exaltados, y como los nuevos gobernantes aceptaban todo ello con naturalidad y dejaba que la ira engendrara el castigo.
El poder de los nuevos gobernantes fue aumentando día a día, se creó un sentimiento de unidad entre los del pueblo contra los políticos corruptos anteriores y todas sus gentes, así como contra todos los inmigrantes.
La ira dio paso al tan esperado castigo, y ya no fue suficiente con amargarles la vida, ahora ya se les mataba de un tiro de escopeta en los campos de alrededor del pueblo, e incluso se les metía en cabañas donde se les prendía fuego con ellos dentro (hijos incluidos).
El resultado de todo aquello trascendió cuando los gobernantes quisieron hacerse con los terrenos del pueblo de al lado, terrenos que en el pasado habían sido de su propiedad, pero que gracias a sus corruptos gobernantes perdieron. Montaron una estrategia y con nocturnidad y alevosía se plantaron en aquellos terrenos reclamando su posesión. Este hecho no gusto a los del otro pueblo, pero viendo que no tenían apoyo de los pueblos aledaños, que no querían problemas con un pueblo tan belicoso, los dejaron de lado.
A aquellos terrenos siguieron otros necesarios para poder abastecerse de más riqueza y sitio para los vecinos y así, con el miedo de los demás pueblos a enfrentarse contra ellos, y con su más exaltada virtud bélica vecinal dispuestos a todo, se fueron apropiando de casi todo lo cercano y no tan cercano.
El odio a los extranjeros se hizo tan fuerte que se determinó la eliminación total de todos los inmigrantes que existían en el pueblo. El hastío generó la ira... y la ira engendró el castigo.
De la capital fueron refuerzos para impedir la situación desbordada, se hicieron de nuevo con el control, y la carnicería fue tal, que quedaron muy pocos vivos después de tanto tiro de escopeta y tanto incendio. Los gobernantes de la capital pusieron un gobierno provisional, y ordenaron la restauración de todos los daños causados. Mostraron fotos a todas las ciudades vecinas de lo que había pasado en el pueblo, las cabañas incineradas llenas de cadáveres desnudos, muchos apaleados y mutilados, así como los aperos de labranza utilizados para torturar a las víctimas.
Hoy han pasado ya muchos años desde aquello, y los vecinos del pueblo (ya restaurado) recuerdan con vergüenza lo que fueron capaces de hacer sus abuelos en aquella época alentados por aquel orador llamado Adolfo, que no solo fue inmigrante en aquel pueblo, sino que su mejor amigo en los tiempos de pobreza , Augusto, también lo era.
Continuará.... esperemos que no.
En uno de los graneros del pueblo, muchos años después, encontraron este águila símbolo del partido ganador de aquellas elecciones. Este águila estuvo puesta en el balcón del ayuntamiento durante su mandato.
El águila se restauró y se guardó en un museo dedicado al horror de aquellos años, como representación de la ira humana, para que los nietos y futuras generaciones no olvidaran nunca lo que aconteció en su pueblo, Alemanete de la sierra.
Autor: Inspector. 19-10-2009. Una historia basada en hechos reales.
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Los habitantes del pueblo se cansaban de tanta hipocresía, de lo mal que les iban las cosas, de la falta de dinero para ellos y de lo bien que le iba la vida a los gobernantes y a otros vecinos que se habían empadronado desde otros pueblos cercanos, ya que su trabajo se relacionaba con la banca y el comercio, y este pueblo era ideal para trabajar y sacar un buen provecho. Estos inmigrantes comerciaban con el dinero de los del pueblo y confraternizaban con sus gobernantes.
El hastío generó la ira de los del pueblo, que veían como sus familias cada vez estaban peor por la mala gestión de sus políticos. Que cada vez había más gente empobrecida con la agricultura y el ganado y que cada vez los inmigrantes se hacían más ricos, hasta el punto de tener que pedirles los del pueblo dinero prestado para poder hacer frente a sus pagos.
Los del pueblo, oían a uno de sus paisanos (que fue inmigrante también, pero que era igual de pobre o más que ellos), decir todo aquello que querían oír. Los alentaba en el hastío y odio que sentían hacia los de fuera del pueblo que se habían enriquecido a su costa, y proclamaba que con su ayuda conseguirían recuperar su orgullo perdido a lo largo de las décadas por gobernantes corruptos e ineptos.
Al principio, no creían que sus proclamas les fueran de mucha ayuda, aunque le escuchaba cada vez más gente. Pasaba el tiempo y la situación empeoraba para ellos y mejoraba para los de fuera. Su orador llenaba ya la cantina del pueblo con gente enfurecida que le aclamaba y apoyaba.
Pasaron los meses y este vecino llegó a llenar la plaza del pueblo en una de sus proclamas. Los vítores y ovaciones que se generaban provenían de ese hastío general de los pueblerinos que veían en él una esperanza de cambio en unos gobernantes que odiaban.
Un día este vecino, con la gran cantidad de gente que ya se había posicionado a su lado, creyó estar preparado y con apoyo suficiente para tirar al alcalde y sus secuaces. Se alzó contra el poder establecido junto a sus paisanos, intentando tomar el ayuntamiento. Sin el apoyo suficiente de todo el pueblo, cayó en manos de la policía, fue detenido, y por decisión de los gobernantes llevado a la cárcel del pueblo donde pasaría arrestado nueve meses.
En la cárcel del pueblo tuvo tiempo para pensar en sus errores, y en la forma de derrocar a esos corruptos. Basaría su estrategia en la forma que mejor resultados le había proporcionado, hablar a la gente y convencerlos de que hacía falta una rebelión contra esos sinvergüenzas.
Cuando salió de la cárcel del pueblo continuó con sus convecinos alentando al resto para que viesen una salida a su dramática situación de pobreza y riqueza de los otros. Se presentó como candidato a la alcaldía para las siguientes elecciones, junto a varios de sus mejores colaboradores, y con su programa de restauración de los valores antiguos del pueblo, el renacimiento de sus costumbres ya casi perdidas, la expulsión del pueblo de los inmigrantes enriquecidos y la posibilidad de recuperación de los vecinos en todos los aspectos, tanto económicos como morales y personales.
Se convocaron los comicios, y tan solo obtuvieron los reaccionarios una pequeña representación en el ayuntamiento, pues muchos de los vecinos tenían miedo a los cambios bruscos y se conformaban con sus pequeñas ruinas.
Así fueron pasando el tiempo y más elecciones, y el grupo del orador consiguió cada vez más representación, dado que los que anteriormente no le votaron, ahora sí lo hacían, al ver que su pequeña ruina era cada vez mayor y que la riqueza de los inmigrantes también crecía. El odio hacia estos y hacia los representantes en la alcaldía se hacía tan grande, que empezaban a haber peleas callejeras con resultados de sangre en muchos casos.
Los negocios de los enriquecidos aparecían con pintadas de xenofobia hacia ellos, con cristales rotos de sus escaparates, y con amenazas serias de que si no se marchaban algo grave pasaría.
El orador alentaba estas acciones a través de sus esbirros, ya que le ayudaba a captar cada vez más votos y además estaba muy cerca de conseguir la mayoría necesaria para gobernar el pueblo y proclamarse alcalde.
Pasó un tiempo, y llegó el día esperado, se convocaron elecciones y ganó el nuevo partido creado desde la pobreza. Se produjo el nombramiento de la alcaldía, y se prometió la restauración de los valores perdidos a travñesde tantos años de miseria y corrupción.
Se empezaron a tomar medidas contra los inmigrantes enriquecidos, los desahucios llegaron pronto, y muchos se marcharon a sus pueblos de origen.
Los que se quedaron vieron como cada vez se les ponía más trabas en sus negocios y en sus vidas particulares, como se les propinaban palizas por los más exaltados, y como los nuevos gobernantes aceptaban todo ello con naturalidad y dejaba que la ira engendrara el castigo.
El poder de los nuevos gobernantes fue aumentando día a día, se creó un sentimiento de unidad entre los del pueblo contra los políticos corruptos anteriores y todas sus gentes, así como contra todos los inmigrantes.
La ira dio paso al tan esperado castigo, y ya no fue suficiente con amargarles la vida, ahora ya se les mataba de un tiro de escopeta en los campos de alrededor del pueblo, e incluso se les metía en cabañas donde se les prendía fuego con ellos dentro (hijos incluidos).
El resultado de todo aquello trascendió cuando los gobernantes quisieron hacerse con los terrenos del pueblo de al lado, terrenos que en el pasado habían sido de su propiedad, pero que gracias a sus corruptos gobernantes perdieron. Montaron una estrategia y con nocturnidad y alevosía se plantaron en aquellos terrenos reclamando su posesión. Este hecho no gusto a los del otro pueblo, pero viendo que no tenían apoyo de los pueblos aledaños, que no querían problemas con un pueblo tan belicoso, los dejaron de lado.
A aquellos terrenos siguieron otros necesarios para poder abastecerse de más riqueza y sitio para los vecinos y así, con el miedo de los demás pueblos a enfrentarse contra ellos, y con su más exaltada virtud bélica vecinal dispuestos a todo, se fueron apropiando de casi todo lo cercano y no tan cercano.
El odio a los extranjeros se hizo tan fuerte que se determinó la eliminación total de todos los inmigrantes que existían en el pueblo. El hastío generó la ira... y la ira engendró el castigo.
De la capital fueron refuerzos para impedir la situación desbordada, se hicieron de nuevo con el control, y la carnicería fue tal, que quedaron muy pocos vivos después de tanto tiro de escopeta y tanto incendio. Los gobernantes de la capital pusieron un gobierno provisional, y ordenaron la restauración de todos los daños causados. Mostraron fotos a todas las ciudades vecinas de lo que había pasado en el pueblo, las cabañas incineradas llenas de cadáveres desnudos, muchos apaleados y mutilados, así como los aperos de labranza utilizados para torturar a las víctimas.
Hoy han pasado ya muchos años desde aquello, y los vecinos del pueblo (ya restaurado) recuerdan con vergüenza lo que fueron capaces de hacer sus abuelos en aquella época alentados por aquel orador llamado Adolfo, que no solo fue inmigrante en aquel pueblo, sino que su mejor amigo en los tiempos de pobreza , Augusto, también lo era.
Continuará.... esperemos que no.
En uno de los graneros del pueblo, muchos años después, encontraron este águila símbolo del partido ganador de aquellas elecciones. Este águila estuvo puesta en el balcón del ayuntamiento durante su mandato.
El águila se restauró y se guardó en un museo dedicado al horror de aquellos años, como representación de la ira humana, para que los nietos y futuras generaciones no olvidaran nunca lo que aconteció en su pueblo, Alemanete de la sierra.
Autor: Inspector. 19-10-2009. Una historia basada en hechos reales.
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el domingo, noviembre 01, 2009
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